Los días pasan,
como el cartero frente a mi buzón,
de largo,
y se inmolan
allí sobre el mar,
con mucho aparato de color
en un último intento
de resultar interesantes.
Karmelo C. Iribarren
Existe un período en el que los padres nos quedamos huérfanos de nuestros hijos; es que ellos crecen independientemente de nosotros, como árboles murmurantes y pájaros imprudentes.
Crecen sin pedir permiso a la vida, con una estridencia alegre y a veces, con alardeada arrogancia. Pero no crecen todos los días; crecen de repente. Un día se sientan cerca de nosotros y con increíble naturalidad, te dicen cualquier cosa que te indica que ya crecieron sin haberlo percibido.
¿Dónde quedaron las fiestas infantiles, los juegos en la arena, los cumpleaños con payasos? Crecieron en un ritual de obediencia orgánica y desobediencia civil. Ahora estamos ahí, en la puerta de la disco, esperando ansiosos, no sólo que no crezcan, sino a que aparezcan... Allí están muchos padres al volante, esperándolos que salgan con sus pelos largos y sueltos. Y allí están nuestros hijos, entre hamburguesas y bebidas gaseosas; en las esquinas, con el uniforme de su escuela y sus incómodas mochilas en la espalda.
Y aquí estamos nosotros, con el pelo cano... Ellos crecieron observando y aprendiendo con nuestros errores y nuestros aciertos; principalmente con los errores que esperamos no repitan... Pasó el tiempo de los juegos, el fútbol, el ballet, la natación... porque brincaron del asiento de atrás y pasaron al volante de sus propias vidas.
Y es cuando empezamos a reflexionar que deseamos haber estado más tiempo juntos al lado de ellos en su cama, oyendo de cerca su respiración, sus conversaciones y confidencias entre las sábanas de la infancia; y cuando fueron adolescentes, a los cubrecamas de aquellas piezas cubiertas de calcomanías, posters, agendas coloridas y discos ensordecedores.
Y ahí precisamente fue donde los padres fuimos quedando exiliados de los hijos. Teníamos la soledad que siempre habíamos deseado... Y nos llegó el momento en que sólo mirábamos de lejos, algunos, en silencio, y esperando que elijan bien en la búsqueda de la felicidad y conquisten el mundo del modo menos complejo posible.
El secreto es esperar... En cualquier momento nos darán nietos. El nieto es la hora del cariño ocioso y la picardía no ejercida en los propios hijos; por eso los abuelos son tan desmesurados y distribuyen tan incontrolable cariño. Aprendemos siendo hijos, después a ser padres y sólo aprendemos a ser padres, después de ser abuelos... En fin, pareciera que sólo aprendemos a ser padres, después de que la vida se nos pasó...
Atribuido erróneamente a García Márquez
"Cabe resaltar que, a pesar de que García Márquez no escribió este texto, la idea de los padres huérfanos de sus hijos no es ajena a su producción literaria. En la novela El coronel no tiene quien le escriba, cuando el coronel se está vistiendo, le comenta a su esposa que sus zapatos viejos parecen de huérfano. La mujer, que siempre está recordando a su hijo Agustín (acribillado en la gallera del pueblo por distribuir información clandestina), le contesta: “nosotros somos huérfanos de nuestro hijo”.
Estoy demasiado cerca para que él sueñe conmigo.
No vuelo sobre él, de él no huyo
Entre las raíces arbóreas. Estoy demasiado cerca.
No es mi voz el canto del pez en la red.
Ni de mi dedo rueda el anillo.
Estoy demasiado cerca. La gran casa arde
Sin mí gritando socorro. Demasiado cerca
para que taña la campana en mi cabello.
Estoy demasiado cerca para que pueda entrar como un huésped
que abriera las paredes a su paso.
Ya jamás volveré a morir tan levemente,
tan fuera del cuerpo, tan inconsciente,
como antaño en su sueño. Estoy demasiado cerca,
demasiado cerca. Oigo el silbido
y veo la escama reluciente de esta palabra,
petrificada en abrazo. Él duerme,
en este momento, más al alcance de la cajera de un circo
ambulante con un solo león, vista una vez en la vida,
que de mí que estoy a su lado.
Ahora, para ella crece en él el valle
de hojas rojas cerrado por una montaña nevada
en el aire azul. Estoy demasiado cerca,
para caer del cielo. Mi grito
sólo podría despertarle. Pobre,
limitada a mi propia figura,
mas he sido abedul, he sido lagarto,
y salía de tiempos y damascos
mudando los colores de mi piel. Y tenía
el don de desaparecer de sus ojos asombrados,
lo cual es la riqueza de las riquezas. Estoy demasiado cerca,
demasiado cerca para que él sueñe conmigo.
Saco mi brazo que está debajo de su cabeza dormida,
Mi brazo dormido, lleno de agujas imaginarias.
En la punta de cada una de ellas, para su recuento,
Se han sentado ángeles caídos.
Wisława Szymborska.
Dice que le regalé una estrella,
dice que fue en el puerto,
una noche de domingo,
cuando empezábamos a salir.
Yo no recuerdo nada,
la verdad,
hace media vida de eso.
Pero vete tú a saber.
Bien mirado,
puede que hasta sea cierto:
veinte años,
tonto perdido de amor,
y sin un duro en el bolsillo…
Qué otra cosa les vas a regalar.
Karmelo C. Iribarren
Qué tiene tu veneno
Que me quita la vida sólo con un beso
Y me lleva a la luna
Y me ofrece la droga que todo lo cura
Dependencia bendita
Invisible cadena que me ata a la vida
Y en momentos oscuros
Palmadita en la espalda y ya estoy más seguro
Se me ponen si me besas
Rojitas las orejas
Pon carita de pena
Que ya sabes que haré todo lo que tú quieras
Ojos de luna llena
Tu mirada es de fuego y mi cuerpo de cera
Tu eres mi verso, pluma, papel y sentimiento
La noche yo y tú la luna
Tú la cerveza y yo la espuma
Se me ponen si me besas
Rojitas las orejas
Fito Cabrales
¿Ves este poema?
lo he escrito sin beber.
No me hace falta beber
para escribir.
Puedo escribir sin beber,
eso dice mi mujer.
Yo digo que es posible.
No estoy bebiendo
y escribo.
¿Ves este poema?
Lo he escrito sin beber.
¿A quién le hace falta un trago ahora?
Es probable que al lector.
Charles Bukowski
Y cuando todo el mundo se iba
y nos quedábamos los dos
entre vasos vacíos y ceniceros sucios,
qué hermoso era saber que estabas
ahí como un remanso,
sola conmigo al borde de la noche,
y que durabas, eras más que el tiempo,
eras la que no se iba
porque una misma almohada
y una misma tibieza
iba a llamarnos otra vez
a despertar al nuevo día,
juntos, riendo, despeinados.
Julio Cortázar
Ahora
que he dejado
el alcohol,
no veas
el cuidado
que tengo que tener
con los camareros
de mi barrio,
en cuanto se toman
dos tragos,
me cuentan mi vida.
Karmelo C. Iribarren
Es lo que tiene el amor:
empiezas siendo
el galán protagonista
de una maravillosa
comedia,
y acabas
convirtiéndote en un actor
sobrio,
serio,
de carácter,
solo que,
de tu propia tragedia.
Karmelo C. Iribarren
Soy alta;
en la guerra,
llegué a pesar cuarenta kilos.
He estado al borde de la tuberculosis,
al borde de la cárcel,
al borde de la amistad,
al borde del arte,
al borde del suicidio,
al borde de la misericordia,
al borde de la envidia,
al borde de la fama,
al borde del amor,
al borde de la playa,
y, poco a poco, me fue dando sueño,
y aquí estoy durmiendo, al borde,
al borde de despertar.
Gloria Fuertes, Antología y poemas del suburbio (1954)
Y era todo simpatía.
Todo amigos guapos,
bien peinados,
relucientes en sus trajes de domingo.
Era todo admiración,
cuidadosa sensatez,
cortesía repetida
en mil parecidos lances,
cortesía que de usada
entre bostezos aflora,
cortesía funcional
y funcionaria
que a la postre le funciona.
Era todo urbanidad,
correcta moderación,
templanza bien fundida
en moldes de indiferencia,
mesura recalculada
en hastío mercenario
que a cualquier doblez se pliega,
que todo lo tolera
porque todo lo desprecia,
inaccesible a la irritación
porque el mundo le es ajeno.
Era todo blandura y comedimiento,
que si auténtico resultaba repulsivo,
si ensayado, viperino.
Eran todos,
uno a uno,
lo que nosotros no somos,
y esa luz que no sabemos
si es fulgor de hoguera
o fosforescencia de podredumbre
cautivó a la que nos mira
como escombros de otro tiempo,
como restos prescindibles
de una niñez lejana
vestida con la ropa
de los hermanos mayores,
disgustada con el ostensible deterioro
de las caricias y los juguetes,
cautiva tras los barrotes
que otras manos envidiadas
trazaron en los libros
que atestaban la mochila.
Cómo disfrutan
en un bando y en otro
los asesinos.
Mario Benedetti (Rincón de haikus)
A veces la herida más profunda es la que nadie ve,
y la lágrima más triste es la que no se derrama.
A veces solo ven nuestras sonrisas hipócritas,
y no saben que tras ellas se esconde un gran dolor.
A veces, solo ven nuestra alegría fingida, como hábiles artistas,
y no adivinan la tristeza,
la decepción o la desilusión
que nos acompaña.
En la vida no siempre se es lo que se aparenta...
"Si mi sonrisa mostrara el fondo de mi alma, mucha gente al verme sonreír, lloraría conmigo."
Kurt Cobain
El bastón, las monedas, el llavero,
la dócil cerradura, las tardías
notas que no leerán los pocos días
que me quedan, los naipes y el tablero,
un libro y en sus páginas la ajada
violeta, monumento de una tarde
sin duda inolvidable y ya olvidada,
el rojo espejo occidental en que arde
una ilusoria aurora. ¡Cuántas cosas,
láminas, umbrales, atlas, copas, clavos,
nos sirven como tácitos esclavos,
ciegas y extrañamente sigilosas!
Durarán más allá de nuestro olvido;
no sabrán nunca que nos hemos ido.
Desde mi ventana
veo el tejado del edificio de enfrente.
El invierno está siendo duro
y las chimeneas trabajan a pleno rendimiento.
Buscando camuflarse entre las nubes
se alejan hacia el cielo
grandes penachos de humo gris.
Igual que a tantas otras
que forman parte de mi vida,
a esta imagen tampoco le queda mucho.
Es una sensación extraña, irreal.
Me acerco a un mundo
en el que mis recuerdos
no van a tener dónde ocurrir.
Karmelo C. Iribarren
Se dice que este poema mortuorio y en plan burlesco se lo escribió Quevedo a Góngora, aunque hay otros que dicen que se lo escribió en vida, pero es una muestra no solo del ingenio sino de la mordacidad española. Y en mi opinión Quevedo dejaba en pañales a cualquier español normal. Y aprovecho para recomendar "La vida del buscón", entre mis favoritas y una de las obras cumbres de la literatura hispana.
Este que, en negra tumba, rodeado
de luces, yace muerto y condenado,
vendió el alma y el cuerpo por dinero,
y aun muerto es garitero;
y allí donde le veis, está sin muelas,
pidiendo que le saquen de las velas.
Ordenado de quínolas estaba,
pues desde prima a nona las rezaba;
sacerdote de Venus y de Baco,
caca en los versos y en garito Caco.
La sotana traía
por sota, más que no por clerecía.
Hombre en quien la limpieza fue tan poca
(no tocando a su cepa),
que nunca, que yo sepa,
se le cayó la mierda de la boca.
Éste a la jerigonza quitó el nombre,
pues después que escribió cíclopemente,
la llama jerigóngora la gente.
Clérigo, al fin, de devoción tan brava,
que, en lugar de rezar, brujuleaba;
tan hecho a tablajero el mentecato,
que hasta su salvación metió a barato.
Vivió en la ley del juego,
y murió en la del naipe, loco y ciego;
y porque su talento conociesen,
en lugar de mandar que se dijesen
por él misas rezadas,
mandó que le dijesen las trocadas.
Y si estuviera en penas, imagino,
de su tahúr infame desatino,
si se lo preguntaran,
que deseara más que le sacaran,
cargado de tizones y cadenas,
del naipe, que de penas.
Fuese con Satanás, culto y pelado:
¡mirad si Satanás es desdichado!
Tienes la misma edad que yo teníacuando empecé a soñar en encontrarte.Entonces no sabía, igual que túno has aprendido aún, que llega el díaen que el amor es esta arma cargadade soledad y de melancolíaque está apuntándote desde mis ojos.Tú eres la muchacha que busquécuando aún no existías.Y yo el hombre hacia el cualquerrás un día dirigir tus pasos.Pero estaré tan lejos de ti entoncescomo estás tú de mí en este semáforo.
Joan Margarit
El futuro es vuestro,
chavales,
decían,
como quien te dice
que te ha tocado algo.
¡El futuro!
Menudo fraude:
letras y letras,
y más letras de Banco,
o la puta calle.
Karmelo C. Iribarren
Llora cuanto quieras
sobre mi hombro,
desahógate,
cuenta conmigo
para lo que te haga falta.
Pero no te equivoques,
no soy mejor que él:
le envidio
cada una
de tus lágrimas.
Karmelo C. Iribarren
Currículum
El cuento es muy sencillo,
usted nace,
contempla atribulado
el rojo azul del cielo,
el pájaro que emigra,
el torpe escarabajo
que su zapato aplastará
valiente.
Usted sufre,
reclama por comida
y por costumbre,
por obligación,
llora limpio de culpas,
extenuado,
hasta que el sueño lo descalifica.
Usted ama,
se transfigura y ama
por una eternidad tan provisoria
que hasta el orgullo se le vuelve tierno
y el corazón profético,
se convierte en escombros.
Usted aprende
y usa lo aprendido,
para volverse lentamente sabio,
para saber que al fin el mundo es esto,
en su mejor momento una nostalgia,
en su peor momento un desamparo,
y siempre, siempre
un lío,
entonces,
usted muere.
Mario Benedetti
Aparentan
ser los de siempre,
su prioridad,
dicen,
sigue siendo la misma,
cambiar el mundo,
solo que ahora
desde los despachos.
Las calles
son muy frías
en invierno,
y la vejez
-ahí delante,
ya no tan lejos-,
parece un descampado.
No es posible creerles.
Como mucho,
se les puede comprender.
Karmelo C. Iribarren, “El escenario”
Tengo miedo. La tarde es gris y la tristeza
del cielo se abre como una boca de muerto.
Tiene mi corazón un llanto de princesa
olvidada en el fondo de un palacio desierto.
Tengo miedo -Y me siento tan cansado y pequeño
que reflojo la tarde sin meditar en ella.
(En mi cabeza enferma no ha de caber un sueño
así como en el cielo no ha cabido una estrella.)
Sin embargo en mis ojos una pregunta existe
y hay un grito en mi boca que mi boca no grita.
¡No hay oído en la tierra que oiga mi queja triste
abandonada en medio de la tierra infinita!
Se muere el universo de una calma agonía
sin la fiesta del Sol o el crepúsculo verde.
Agoniza Saturno como una pena mía,
la Tierra es una fruta negra que el cielo muerde.
Y por la vastedad del vacío van ciegas
las nubes de la tarde, como barcas perdidas
que escondieran estrellas rotas en sus bodegas.
Y la muerte del mundo cae sobre mi vida.
No quedará en la noche una estrella.
No quedará la noche.
Moriré y conmigo la suma
del intolerable universo.
Borraré las pirámides, las medallas,
los continentes y las caras.
Borraré la acumulación del pasado.
Haré polvo la historia, polvo el polvo.
Estoy mirando el último poniente.
Oigo el último pájaro.
Lego la nada a nadie.
Jorge Luis Borges, El suicida (1975)
Me da vértigo el punto muerto
y la marcha atrás,
vivir en los atascos,
los frenos automáticos y el olor a gasoil.
Me angustia el cruce de miradas,
la doble dirección de las palabras
y el obsceno guiñar de los semáforos.
Me da pena la vida, los cambios de sentido,
las señales de stop y los pasos perdidos.
Me agobian las medianas,
las frases que están hechas,
los que nunca saludan y los malos profetas.
Me fatigan los dioses bajados del Olimpo
a conquistar la Tierra
y los necios de espíritu.
Me entristecen quienes me venden clines
en los pasos de cebra,
los que enferman de cáncer
y los que sólo son simples marionetas.
Me aplasta la hermosura
de los cuerpos perfectos,
las sirenas que ululan en las noches de fiesta,
los códigos de barras,
el baile de etiquetas.
Me arruinan las prisas y las faltas de estilo,
el paso obligatorio, las tardes de domingo
y hasta la línea recta.
Me enervan los que no tienen dudas
y aquellos que se aferran
a sus ideales sobre los de cualquiera.
Me cansa tanto tráfico
y tanto sinsentido,
parado frente al mar mientras que el mundo gira.
Francisco M. Ortega Palomares
Ideario (de su poemario “Cuenta atrás”)
Algunas estrofas recitadas por Roberto Iniesta Ojea (grupo "Extremoduro") en su tema "Stand by"
menéame