Defender la alegría como una trinchera
defenderla del escándalo y la rutina
de la miseria y los miserables
de las ausencias transitorias
y las definitivas
defender la alegría como un principio
defenderla del pasmo y las pesadillas
de los neutrales y de los neutrones
de las dulces infamias
y los graves diagnósticos
defender la alegría como una bandera
defenderla del rayo y la melancolía
de los ingenuos y de los canallas
de la retórica y los paros cardíacos
de las endemias y las academias
defender la alegría como un destino
defenderla del fuego y de los bomberos
de los suicidas y los homicidas
de las vacaciones y del agobio
de la obligación de estar alegres
defender la alegría como una certeza
defenderla del óxido y de la roña
de la famosa pátina del tiempo
del relente y del oportunismo
de los proxenetas de la risa
defender la alegría como un derecho
defenderla de dios y del invierno
de las mayúsculas y de la muerte
de los apellidos y las lástimas
del azar
y también de la alegría.
Mario Benedetti
Cuando me hablan de felicidad
siempre hablo de sonrisas,
palabra inmensa la primera
pequeña coda la segunda,
apéndice involuntario,
fuera de moda.
La segunda.
Incluso una risa
o risotada involuntaria,
placer real y físico.
Felicidad, palabra torcida
llevada al extremo
sin aparente baremo.
Sonrisa, franca y sin dobleces.
Risa, escapada mental
que barrunta la risotada.
Risotada, incontinencia feliz.
Felicidad, palabra truncada
sin contenido aparente.
Ampulosa y vacía.
ContinuumST. Enero 2001
menéame