Bajo el seudónimo de Doctor Bacteria, y cuando estaba a punto de abandonar Zaragoza para tomar posesión de su cátedra en Valencia, Santiago Ramón y Cajal sorprendía a los lectores de la revista La Clínica con la publicación de una serie de artículos de divulgación que llamó Las Maravillas de la Histología. Era el año 1883 y vivía, con un entusiasmo que no se le pasó nunca, los hallazgos que le proporcionaba el microscopio que se había comprado con los ahorros de su estancia en Cuba