Es algo que empieza a ser tendencia en muchas partes del mundo: localidades rurales que, para hacer frente a la despoblación, recurren a estrategias de lo más variopintas para atraer a vecinos jóvenes; en ocasiones, incluso, ofreciéndoles directamente cobrar por mudarse. Para nosotros, lo más de lo más es Ponga, en Asturias, un pueblo donde las parejas que se instalan de forma indefinida se llevan 3.000 euros por la cara, y otros 3.000 por cada hijo que tengan en la localidad.