La relación entre el ser humano y las setas ha sido siempre complicada. Por un lado, algunas de ellas son comestibles, otras son venenosas o alucinógenas y otras muchas, aunque inofensivas, tienen sabor desagradable o textura correosa. Por todo esto, es necesario nombrarlas con mucha precisión a través de sus nombres comunes o “micónimos”. Pero, al contrario de lo que ha ocurrido con los nombres vernáculos de plantas y animales, las designaciones de las setas no han tenido una gran difusión, quedando ligadas a la tierra a la zona donde crecen.