Pablo Casado no estaba allí. Era, se justifica, un diputado raso por Ávila, un número más entre la soldadesca parlamentaria que no se enteraba de nada; ni de las encomiendas a Dios de Jorge Fernández Díaz ni de sus grotescas alusiones a Satanás; ni de la “kristallnacht” de Villarejo ni del supuesto sacerdote implicado en el asalto a la casa de Bárcenas. Ni de que había un chófer a sueldo de los reptiles. No sabía, no estaba, el pasado carece de relevancia, muerte a Rajoy.Efectivamente, Casado no estaba allí. Parece que aquí tampoco.