Desde el principio de los tiempos, la gente ha encontrado formas ingeniosas de limpiarse después hacer sus necesidades o, como decían los clásicos, de obrar del cuerpo. La solución más común era agarrar lo que se tenía más a mano: cocos, conchas, nieve, musgo, paja, hojas, hierbajos, mazorcas de maíz, lana de oveja y más tarde, gracias a Johannes Gutenberg, periódicos, revistas y páginas de libros...