Cuando Quim Torra habla de la “vía eslovena” no amenaza, porque no puede. Como mucho fantasea. Nada había en Eslovenia a principios de los 90 que se pueda comparar, siquiera remotamente, con la Cataluña actual. Equiparar ambas situaciones, como pretende el presidente catalán, sólo es un síntoma. En el mejor de los casos, de una evidente ignorancia histórica. En el peor, de una grave voluntad de manipulación. Bajo cualquiera de los dos escenarios subyace un afán simplista no menos desasosegante e inadecuado para analizar un período histórico.