Pocos síntomas neuróticos son psicodinámicamente tan simples y, a la vez, tan tenaces y socialmente mal comprendidos como las adicciones. No importa cuál sea el objeto adictivo (alcohol, tabaco, sustancias, juego, internet, trabajo, sexo...), siempre hay algo en la conducta del adicto (esa "falta de voluntad", esa "esclavitud" del objeto externo, esos problemas familiares que acarrea) que repugna moralmente a la sociedad. Y, más que a nadie, al propio adicto. Se le considera "vicioso", "enfermo", "inútil", "víctima", "degradado"...