Cuando una semilla se pierde, remarca Sádaba, no solo desaparece un producto, también la cultura gastronómica que lo rodea: “Hay algunos que te cuentan, por ejemplo, que esa variedad de maíz se utilizaba en el caserío en tiempos de la guerra porque había que comer y no era fácil y, por eso, mantienen esas semillas con mucho cariño”. Cada una tiene una historia y trae unos recuerdos. Urrutia, por ejemplo, sonríe mientras cuenta que con la melona “se quitaba el hambre del mundo porque con una planta igual salen 30 o 50 kilos”.