A medida que en nuestro mundo se multiplica la presencia de pantallas (en los escaparates, en cada habitación de la casa, en las aulas, mientras se pasea, en una reunión de amigos, durante la cena de empresa...), crecen las conexiones mediadas por ellas, a la vez que crece una nueva forma de aislamiento, basada en la influencia que las pantallas y las conexiones ejercen en la forma en que se relacionan las personas.