Desde hace tiempo vengo observando (y hasta padeciendo sus consecuencias) la creciente tendencia que experimenta una buena parte de la sociedad a renegar de los matices y de las posiciones moderadas, abominando de la reflexión y el debate para instalarse en el «pensamiento de adscripción», la consigna hiperbreve y el relato «enlatado» que se consume precocinado en los fogones de los expertos en comunicación y no con la frescura propia de la elaboración personal. Cuando me refiero a posiciones moderadas no aludo a indefinición ni a «no mojarse»
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