Lo vimos hace unos días en Crimea y parece que lo estamos volviendo a ver hoy en Kiev.
La situación es la siguiente:
Aunque lamentablemente todavía vemos el usos de bombas de racimo (y el uso de bombas y conflictos en general), el armamento actual tiene un grado de precisión muy significativo.
Ya durante la invasión de Irak, hará 20 años, se acuñó la expresión “ataques quirúrgicos”, no por casualidad a la vez que la de “daños colaterales”.
Aún con todo, lo cierto es que los ataques indiscriminados sobre población civil parecen más cosa del pasado, con la excepción de lo que Israel está haciendo en Gaza y por lo que deberá rendir cuentas ante la justicia internacional.
Aún así, las bajas civiles siguen siendo consustanciales a cualquier conflicto armado y además se produce la siguiente paradoja:
A pesar de ser el armamento cada vez más sofisticado y presuponer que los objetivos designados son en principio militares, al actuar las correspondientes contramedidas el resultado se torna imprevisible.
En Crimea acabó muriendo gente que estaba en la playa y en Kiev, que parece haberse reproducido idéntica situación (aunque estaría pendiente de confirmar) ha terminado por verse afectado un hospital infantil. Parece que en los dos casos hay niños entre las víctimas.
La paradoja atañe por lo tanto al punto de vista e intereses de la población civil atrapada en tales conflictos:
¿No sería más oportuno evitar las defensas antiaéreas en determinadas circunstancias dejando que alcancen sus objetivos militares sin mayores consecuencias para los civiles que rifar los daños a través de las contramedidas?
Claro que, seguramente, los intereses de la población civil en caso de conflicto para algunos sean los últimos a tener en cuenta.