Así se ganó la guerra fría

Fundamentalmente, con mentiras. Ésa es la tesis. En consonancia con otras que reverberan como que la primera víctima de una guerra es la verdad porque como venía afirmando Sun Tzu el arma más eficaz es el engaño.

Pero lo cierto es que, también a través de los engaños, es la verdad la que se impone.

Se denomina guerra fría porque mayormente se abandona la confrontación en el plano estrictamente militar, supongo que habría que empezar por ahí. Pero como como también suele decirse la política es la continuación de la guerra por otros medios.

¿Cuáles son esos medios? Bien, hablemos de economía. Y de propaganda. Esos son los dos ejes a través de los cuales occidente impone su hegemonía.

Aunque siendo justos cabría resaltar que la estrategia que se va a exponer ya estaba en buena medida diseñada antes que el bloque del este cerrara el conflicto como la parte con mayor desgaste.

La carrera no empezó en modo alguno en igualdad de condiciones.

La guerra fría es la manera de no terminar de la segunda guerra mundial. Y ésta es la manera en que fue ganada.

Todos sabemos que existía un flujo de personas del este al oeste y no al revés.

Se ganó la batalla cultural y se instauró en las mentes la idea de que occidente era un lugar de bonanza y todo fuera de él miseria y precariedad. ¿Pero seguro que ese relato es cierto?

En alguna medida sí, desde luego y por varias razones:

La más elemental es que cuando haces una distribución desigual y pones el foco en los beneficiados de esa distribución, siempre estarán en mejor situación que si lo comparas con un colectivo con mayor distribución, aunque las condiciones de partidas sean las mismas.

Lo que no enseñaban era el reverso de ese “sueño americano”. Así, el “american way of life” se impone en la cultura a través de la industria del entretenimiento, que a la postre actúa como parte del aparato de propaganda.

Pero eso requiere una financiación importante, veamos pues el funcionamiento de la banca occidental que a la postre son los intereses que se impusieron.

Viene de mucho más atrás, por supuesto, pero la clave es el control de la política monetaria de EEUU, que en Breton Woods se hace con la hegemonía para el dólar como moneda de referencia, acuerdo que más tarde Nixon dinamitará desvinculándose del patrón oro.

Tuvieron prácticamente financiación sin límite, ya no sólo por la capacidad de expansión de los capitales a través del sistema de reserva fraccionaria que genera un multiplicador bancario, si no porque pudieron imprimir prácticamente a su antojo.

Todo ello sucedió al amparo de una superioridad militar y en parte también técnica y científica: al terminar la segunda guerra mundial sólo un país tenía armamento nuclear.

Llegados a este punto no debería sorprendernos el contraste entre la bonanza de occidente y la parquedad del este, aunque desde luego en gran medida es resultado del foco de la propaganda y de otras ventajas espurias. La realidad es que nunca el capitalismo demostró ser un sistema superior en ningún ámbito más que en el de la desigualdad, a tenor de las premisas de partida.

Pero dicen que todos los sistemas portan la semilla de su propia destrucción. Lo cierto es que al capitalismo hegemónico de EEUU le ha bastado menos de un siglo para morir de éxito. Se acaban de cumplir 80 años.

De avaricia, para ser precisos, algo que es bastante apropiado para esta clase de sistema. Al final, de la matemática, porque de hecho es de lo que todo se trata, se desprende una suerte de justicia poética.

Pero además se han dado varios tiros en el pie: habiendo conquistado todo el globo ya no se puede señalar al otro y caricaturizarlo a través de la propaganda para mostrarse mejor.

Y del reducto en el que pueda quedar un sombra del recuerdo de la alternativa, son tan obvios los ataques lesivos que cae por su propio peso que la única eficiencia que se busca es la que sirve a unos intereses muy concretos.

Que en realidad nada tienen que ver con los valores de los derechos humanos, la libertad o la democracia más que en su envoltorio. De hecho tal modelo es el asesinato sistemático de dichos valores a través de los mecanismos de la economía.

Ésa es la realidad. Luego, no debe hacerse extraño oír hablar de la hipocresía de occidente.

Quién esté a favor de esos valores, debería estar de hecho en contra del sistema económico con el que occidente ha tratado de conquistar el mundo. Y en favor de los que se oponen a él, aunque tal vez no sean precisamente adalides de dichos valores.

Pero lo que se impone es un sentido común aún más básico si cabe cuando queda expuesto que nos está robando a todos a través del sistema económico con el petrodólar como punta de lanza.

Y es que otro tiro en el pie es el de la avaricia que ha alimentado el propio sistema, ésa es realmente la semilla. Porque se hallan tan absortos en su mundo de economía financiera que han olvidado hasta lo que el dinero es: una divisa del trabajo.

La democracia de occidente tiene más que ver con un juego cuyas reglas permite ganar siempre al capital que con ninguna clase de voluntad popular, y eso se consigue de mismo modo en que ganaron esa guerra fría: economía y propaganda. Mentiras y más mentiras. Volvemos a Sun Tzu. Porque no hay que olvidar que estamos hablando de una guerra.

Pero esto no es sólo la explicación de por qué ganaron la guerra fría, es también la explicación de por qué perderán la próxima.

En generaciones anteriores, antes de que se vieran arrollados por los aparatos de propaganda que son los medios, los pueblos habían adquirido una conciencia tal de las circunstancias que llegaron a apostar por la lucha armada. No por falta de conciencia y sin renuncia a la eficacia, yo soy más del pensamiento de que la fruta madura cae del árbol por su propio peso. La semilla estuvo ahí desde el principio.