Visto esta tarde en youtube: "la hiperinflación vuelve locos a los pueblos" "la republica de Weimar cayó por la hiperinflación y la consecuencia fue el ascenso de Hitler"
“Fe significa no querer saber qué es verdad.”
Friedrich Nietzsche
“La religión es considerada por la gente común como verdadera, por los sabios como falsa, y por los gobernantes como útil.”
Séneca
“La creencia en lo sobrenatural refleja el fracaso de la imaginación.”
Edward Abbey
“Sigo diciendo que el que una iglesia tenga un pararrayos en el tejado, demuestra una falta de confianza e hipocresía mas allá de lo imaginable.”
Doug McLeod
“El mundo tiene dos clases de hombres - hombres inteligentes sin religión y hombres religiosos sin inteligencia.”
Abu'l-Ala al Ma'arri
“Desconfió de aquellas personas que saben muy bien lo que Dios quiere que ellos hagan, porque me doy cuenta que siempre coincide con sus propios deseos.”
Susan B. Anthony
“Todo lo que se puede afirmar sin pruebas, se puede rechazar sin pruebas.”
Christopher Hitchens
“Dios debería ser ejecutado por crímenes contra la humanidad.”
Bryan Emmanuel Gutiérrez
“Si resulta que hay un Dios, no creo que sea malo. Pero lo peor que se puede decir sobre él es que básicamente es un despreocupado.”
Woody Allen
“Los personajes y los acontecimientos descritos en la Biblia son ficticios. Cualquier semejanza con personas reales, vivas o muertas, es pura coincidencia. “
Penn y Teller
“El existencialismo no es una forma de ateísmo, más bien dice que, aunque dios existiera, nada cambiaría. “
Jean Paul Sartre
"Negar a Dios será la única forma de salvar el mundo. "
Friedrich Nietzsche
"La decisión cristiana de considerar que el mundo es feo y malo ha hecho al mundo feo y malo."
Friedrich Nietzsche
"La diferencia entre dios y yo es que yo existo."
Friedrich Nietzche
"La teología nunca ha sido de gran ayuda, es como buscar, a medianoche y en un sótano oscuro, a un gato negro que no está ahí".
Robert A. Heinlein
“Dosflores era un turista, el primero del Mundodisco. Según decidió Rincewind, turista significaba «imbécil».”
Terry Pratchett, The Color of Magic.
" El día en que la mierda tenga algún valor los pobres nacerán sin culo"
Gabriel García Márquez
«Esta tierra es vuestra y debeis defenderla. Sino lo haceis dejará de serlo muy pronto. Defenderla con vuestra vida y vuestros hijos con la suya, no menosprecieis a vuestros enemigos, porque volveran , si queman vuestra casa, construid otra, si destruyen la cosecha plantad de nuevo, si vuestros hijos mueren haced mas, si os echan de los valles vivir en las laderas de las montañas, pero vivir, siempre habeis buscado jefes, hombres fuertes y sin tacha ¡pero no los hay! sólo hay hombres como vosotros, ¡cambian! ¡abandonan! Mueren, Los únicos jefes sois vosotros mismos, un pueblo que sabe ser fuerte es igual que una fortaleza inconquistable».
No puedes mirar atrás si no sabes girar la cabeza.
Nunca es el momento si no tienes paciencia.
La luz siempre es más brillante antes del anochecer.
Si me miras y te miro, no siempre nos miramos.
Unas llaves no siempre abren las puertas del sueño.
Una corneja cogió una nuez y la llevó a la punta de un alto campanario. Sosteniendo la nuez con las patas, el pájaro la empezó a picotear para abrirla; pero, de pronto, la nuez rodó y desapareció en una hendidura de la pared.
—¡Pared, buena pared —suplicó entonces la nuez al verse liberada del pico mortífero de la corneja—, en nombre de Dios, que ha sido tan bueno contigo haciéndote tan sólida y alta, rica en hermosas campanas que suenan tan bien, socórreme, ten compasión de mí!
Yo estaba destinada a caer bajo las ramas de mi viejo padre —continuó—, para descansar sobre la tierra fértil cubierta de hojas amarillas. ¡No me abandones, te lo suplico! Cuando estaba en el pico de la feroz corneja hice un voto: si Dios me concede escaparme de ella, prometo terminar el resto de mis días en cualquier rincón.
Las campanas, con un leve murmullo, advirtieron a la pared del campanario que fuera con cuidado, porque la nuez podía ser peligrosa; pero la pared, movida a compasión, decidió hospedarla, permitiendo que se quedase donde había caído.
Sin embargo, en poco tiempo, la nuez comenzó a abrirse y a echar raíces entre las grietas de las piedras; después las raíces crecieron, alargándose entre las piedras mientras las ramas asomaban fuera del agujero; y crecieron las ramas y se robustecieron y se alzaron hasta el campanario, y las raíces, gruesas y retorcidas, comenzaron a abatir la pared, derribando las viejas piedras.
La pared se dio cuenta demasiado tarde de que la humildad de la nuez y su voto de quedarse arrinconada no fueron sinceros, y se arrepintió de no haber escuchado el sabio consejo de las campanas.
El nogal continuaba creciendo, fuerte e indiferente, y la pared, la pobre pared, seguía desplomándose.
Leonardo da Vinci
"Nadie se ilumina fantaseando figuras de luz, sino haciendo consciente su oscuridad"
"Yo he venido a hablar de mi libro"
Francisco Umbral
Mis alas están plegadas sobre mis oídos,
Mis alas están cruzadas sobre mis ojos,
Pero tras la sombra plateada percibo,
Tras sus tibias plumas recojo,
Una visión, un mundo de sonidos.
Shelley
“Procuremos más ser padres de nuestro porvenir que hijos de nuestro pasado.”
Miguel de Unamuno
Cavando para montar un cerco que separara mi terreno del de mi vecino, me encontré, enterrado en mi jardín, un viejo cofre lleno de monedas de oro.
A mí no me interesó por la riqueza, sino por lo extraño del hallazgo, nunca he sido ambicioso y no me importan demasiado los bienes materiales, pero igual desenterré el cofre.
Saqué las monedas y las lustré. Estaban tan sucias las pobres…
Mientras las apilaba sobre mi mesa prolijamente, las fui contando.
Constituían una verdadera fortuna. Sólo por pasar el tiempo, empecé a imaginar todas las cosas que se podrían comprar con ellas.
Pensaba en lo contento que se pondría un codicioso que se topara con semejante tesoro.
Por suerte, por suerte, no era mi caso.
Hoy vino un señor a reclamar las monedas, era mi vecino. Pretendía sostener, el muy miserable, que las monedas las había enterrado su abuelo y que por lo tanto le pertenecían a él.
Me fastidió tanto que lo maté.
Si no lo hubiera visto tan desesperado por tenerlas, se las hubiera dado, porque si hay algo que a mí no me importa son las cosas que se compran con dinero.
Pero, eso sí, no soporto la gente codiciosa.
Jorge Bucay
Un humilde carpintero, Kishiro, vivía feliz con su trabajo y su familia. Tenía una mujer y dos hijos y las cosas no le iban nada mal. Pero el negocio entró en una mala racha y el hombre comenzó a ganar mucho menos dinero.
Empezaron los problemas económicos y luego éstos se trasladaron a la familia. Hasta el punto, que Kishiro entró en una depresión. No era capaz de ver la salida. Lo intentó todo, cambió la forma de su negocio, pero no había manera… las cosas seguían sin funcionar.
Desesperado, Kishiro atravesó el bosque en busca de ayuda, la de un anciano sabio que vivía en una humilde casa de madera. Allí, el anciano escuchó muy atento las lamentaciones y problemas de Kishiro, con un té caliente entre las manos. Cuando Kishiro terminó de hablar, el sabio se levantó y le pidió que le siguiera a la parte trasera de la casa.
El anciano maestro le mostró a Kishiro dos plantas que él mismo había plantado en medio de una explanada: un helecho y un bambú. Entonces, le contó su historia:
– Observa estas plantas. El bambú ahora te parecerá muy alto y robusto. Pero hace años llegué a pensar que nunca vería la luz. Verás, yo enterré unas semillas de helecho y bambú al mismo tiempo. Me gustan las dos plantas y quería tenerlas en mi jardín.
El helecho en seguida se dejó ver, con sus preciosas y brillantes hojas verdes. Pero el bambú se negaba a asomar ni un poquito. Pasó un año y el helecho seguía creciendo y extendiéndose, mientras que el bambú seguía sin nacer. Y así estuve esperando, regándolo igual, otro año más, y otro…
Y a los cinco años al fin apareció el bambú. Entonces comenzó a crecer y a crecer con rapidez. De pronto alcanzó los 10 metros, luego 20… ¡y míralo ahora! ¡Es altísimo! Pero… ¿sabes por qué tardó el bambú tanto en salir al exterior?
Kishiro pensó un rato pero no pudo dar con la respuesta.
– La verdad es que no se me ocurre nada…
– Porque el bambú estuvo cinco años dedicándose a fortalecer su raíz. Para poder crecer luego tanto, necesitaba tener una raíz grande y fuerte. Por eso tardó tanto en crecer.
La enseñanza que la fábula ‘El helecho y el bambú’ quería transmitir
El anciano contempló el rostro asombrado de Kishiro. Se dio cuenta de que al fin comenzaba a entender el mensaje, y continuó con su enseñanza, regalándole todas estas reflexiones:
– Tanto el helecho como el bambú tienen un cometido diferente, y ambos son necesarios en el bosque.
– Nunca te arrepientas de nada en tu vida, porque los días buenos te dan felicidad, pero los malos, te dan experiencia.
– La felicidad te mantiene dulce, los intentos fallidos te fortalecen, las desgracias te hacen más humano, las caídas te mantienen humilde y el éxito te ofrecerá brillo.
Cuento oriental
La vida es un papel doblado, desdoblado y vuelto a doblar mil veces.
Anónimo
Para algunos el toreo es una práctica derivada de un mito religioso que todavía conserva parte de su antigua magia, y a la mínima discusión ciertos intelectuales sacan a pastar al buey Apis o se meten en el laberinto de Creta, aquella especie de coso donde el héroe Teseo le pegó unas verónicas al Minotauro como si fuera el diestro Cagancho. En cambio, otros, sin negar el fundamento e importancia del toro en las ceremonias genésicas de la mitología clásica, creen que aquel rito ha quedado reducido hoy a un espectáculo sin sentido, lleno de crueldad, de señoritismo y flamenquería, espejo de miseria social y gloria de almanaque.
La ignorancia nunca se halla muy apartada de la crueldad. Uno de los ingredientes de aquella España irracional lo constituía el culto a la muerte sin que ese rito se hubiera separado nunca de la violencia cotidiana y en la mayoría de los casos también de la miseria. Había un Dios feroz arriba que se nutría de oraciones y blasfemias; abajo se extendían las dehesas donde pastaba el toro bravo esperando ser sacrificado públicamente entre gritos en honor al genio de la raza. La bravura en los hombres y en las reses era lo más respetado.
Algunos sociólogos piensan que la sangre derramada en la corrida es muy rentable ya que sirve para neutralizar mayores atrocidades: si no se sacrificaran toros en la plaza, tal vez seguiríamos todavía sacrificando herejes en las hogueras de la Inquisición. Frente a esta deslumbrante estupidez está la evidencia de que la sangre llama a la sangre, de modo que uno empieza por degollar a un animal en medio de los clarines y el júbilo de la afición y acaba por matar a un primo hermano en una guerra civil bajo los himnos patrióticos y las trompetas.
Si insistes demasiado en esto, ya sabes a qué clase de insultos te expones: los taurinos te llamarán monja belga, para ellos serás un vegetariano que come alpiste con tenedor, un tipo sospechoso que se estremece ante la agonía de un pato y pasa por alto la muerte de un niño de África, un alma cándida a quien le gustaría instalar hilo musical en el matadero de Chicago y sustituirlo por una floristería. Otros más concienciados socialmente te dirán que denuncies primero los escándalos, los crímenes de Estado y las injusticias sociales y dejes tranquila a una afición que no hace daño a nadie. Esta dialéctica burda sólo es una parte del combate.
La cuestión consiste en saber si una sociedad que se divierte todavía con el rito de acuchillar a un animal tiene argumentos válidos para defenderse a sí misma de las injusticias y atropellos; si unos ciudadanos que contemplan impávidamente cómo se atraviesa con un rejón, se apalea con una garrota o le cortan los testículos en vivo a un novillo para conmemorar la festividad del santo patrón están moralmente preparados para enfrentarse luego a la tortura política y social.
La fiesta de los toros puede ser considerada cultura si el canibalismo también se toma por gastronomía, porque meter a un prójimo en una perola, cocerlo a fuego lento y zampárselo a continuación es una ceremonia más antigua, excitante y filosófica que cebar a una res con piensos compuestos en una factoría, encerrarla impunemente en un ruedo y degradar al público con el espectáculo de su sacrificio dentro de un manierismo de sangre.
Los castizos consideran el hecho de que un extranjero no vomite como una señal de que ha aceptado nuestra cultura y patriotismo. En efecto, es patriotismo y cultura un toro agonizando en mitad de un charco de plasma en la plaza y un misionero dentro de un cazo hirviendo en la selva. La autoridad lo permite y por desgracia en España el tiempo muy raras veces lo impide. Es lo que pasa. Que no llueve.
Con ser la fiesta de los toros un espectáculo grasiento, es mucho más casposo el que una persona honorable y no borracha, que puede ser un banquero, un ministro, un catedrático o incluso un rey, muestre entusiasmo al ver que un bello animal se va convirtiendo en pocos minutos en un embuchado sanguinolento. ¿Con qué derecho cualquiera de estos caballeros, al salir de la plaza de las Ventas, podría reprender a un niño que está apedreando a un gato?
Las imágenes multiplicarán por un millón esta carnicería y gracias a este río de plasma, planetariamente los españoles seguiremos siendo unos especímenes humanos que se divierten torturando animales y que hacen sonar las charangas para alegrar semejante degüello. La fiesta nacional tiene mucho color: el rojo de la sangre es el más auténtico. Por mucho que se enmascare con un esteticismo hortera o con un flato poético, una corrida de toros en directo o en diferido es el espectáculo basura por excelencia, aunque lo presida el rey de España y le guste a algún chino.
Se dice que los buenos aficionados no ven la sangre durante la lidia: no la ven porque están muy acostumbrados a ella, del mismo modo que no perciben el hedor del detritus quienes viven normalmente en un estercolero o se dedican a limpiar sentinas. Oiga, aquí huele a mierda. ¿Cómo dice usted? Que aquí huele a mierda. Pues yo no huelo nada. Usted no huele nada porque su nariz ya se ha hecho a la mierda. Sencillamente.
¿Abandonaría la plaza un buen aficionado si tuviera la certeza de que iba a morir el torero? En la corrida todo lo que no es muerte es tedio. ¿A qué buen taurino no le hubiera gustado estar en la plaza de Linares cuando el toro mató a Manolete? En cualquier tertulia a ese aficionado se le guardaría el mejor asiento. Sería considerado un clásico.
La diferencia entre un taurino y un antitaurino está en la mirada. El primero no ve la sangre ni la violencia: sólo ve la faena. El segundo sólo ve la sangre en primer término y se niega por principio a ir más allá porque considera que ningún tipo de belleza o de arte puede estar fundado en esa carnicería previa.
Si los escarabajos sacan pecho para seducir a su amada y en las noches de verano los alacranes bailan una esforzada danza prenupcial irguiendo la cola repleta de miel, esta ceremonia en esencia no es distinta de la que ejecutan los mozos en los encierros de San Fermín o de la violencia ritual que soportan las reses en miles de capeas en los pueblos donde los jóvenes se pavonean entre el sudor, el polvo y la sangre, bajo las miradas de las adolescentes que llenan los balcones. Este sacramento brutal de correr toros y de apalearlos o acuchillarlos después hasta la muerte haciéndose el gallo podría ser interpretado todavía como un rito sexual. Pero hoy las mujeres se han echado al ruedo y este hecho le ha quitado al rito todo su sentido.
Se dice que el espectáculo de la lidia es determinante para que la raza del toro bravo no se extinga. Pero, si bien se mira, no existe animal que esté más manipulado. En realidad se trata de un producto de factoría que se fabrica para que embista de una forma determinada con una duración aproximada de media hora. Y antes de que la lidia empiece, a ese toro que tanto adoran los ganaderos se le droga, le sierran las puntas de los cuernos, le desploman sacos sobre el espinazo hasta dejarlo baldado, lo someten a una serie de escarnios con objeto de que se luzca el torero que manda en la fiesta.
A uno le conmovió la miseria típicamente española que rodeó la muerte de aquel torero. Aunque no hay que olvidar una cosa. Lo que le pasó a Paquirri le sucede al toro todas las tardes, pero el hombre frente a la naturaleza se comporta con un corporativismo espeluznante, y, cuando el desenlace de la fiesta cae del revés, entonces monta un número de confraternidad de la especie que pone carne de gallina. Sin duda el hombre es un animal racional, si bien este elogio sólo lo dice él de sí mismo. Nadie más.
Durante este verano español, a la sombra de la bandera nacional entre moscas y humo de caliqueño, van a ser sacrificados 50.000 toros, en la plaza pública, o sea, habrá 100.000 estocadas, otros tantos descabellos, un millón de puyazos, una cantidad exorbitada de vómitos de sangre, garrotazos, degollaciones, caballos traspasados, pescuezos ensogados, linchamientos, cornadas en la barriga y otros desastres en general, y serán ofrecidos como escarmiento y norma de vida en corridas y capeas a los ciudadanos de este país.
Un hombre con canas tenía dos amantes, una joven y otra vieja. La de más edad, avergonzada de tener trato con uno más joven que ella, no dejaba, cuando venía a estar junto a sí, de arrancarle los pelos negros. La más joven, tratando de disimular que tenía un amante viejo, le arrancaba los blancos. Y así, depilado por tumo a manos de una y otra, llegó a quedarse calvo.
Todo acto de valentía es obra de desequilibrados. Los animales, normales por definición, son siempre cobardes, salvo cuando saben que son mas fuertes, lo cual es la cobardía misma.
Un hombre que se precie no tiene patria. Una patria es un engrudo.
Hay que estar chiflado para lamentarse de la desaparición del hombre, en lugar de entonar un: ¡ya era hora¡
«Si fotografías a personas estás perdiendo todo el tiempo algo; estás corriendo detrás de algo que ya no existe. Si fotografías el paisaje, estás esperando».
El campesino, el lector de novelas y el puro asceta -estos tres son los felices de la vida, porque son ellos los que abdican de la personalidad-; uno porque vive del instinto, que es impersonal, el otro porque vive de la imaginación, que es el olvido, el tercero porque no vive, y no estando muerto, duerme.
Fernando Pessoa
“Al Norte y al Sur, al Este y al Oeste, el hombre serrucha, con delirante entusiasmo, la rama donde está sentado”.
Ya se ha echado encima el calor y con él comienza de nuevo a florecer la cultura del desolladero, la sangre, los cuernos, los puyazos, las cuchilladas, los vómitos, los aplausos. [...] En el palacio de falso mudéjar de Las Ventas empiezan las corridas de San Isidro. (Manuel Vicent: «Tabú».)
Si lo que escribo es bueno, entonces lo leerá la gente. Un autor pone el corazón y las entrañas en cada página. Para que lo sepas, una buena novela puede cambiar el mundo.
JOHN FANTE
“Nos cansamos de todo menos de convertir a los demás en ridículo y felicitarnos por sus defectos”.
menéame