- «Con el calor de la primavera se acerca una vez más el cosechón de cuchilladas, vómitos y descabellos que darán como fruto más de cincuenta mil toros taladrados cuya agonía será servida por televisión en primer plano. Las imágenes multiplicarán por un millón esta infame carnicería, y gracias a este banquete de plasma, planetariamente los españoles seguiremos siendo unos especímenes humanos que se divierten torturando animales y que hacen sonar las charangas para alegrar semejante degüello.» (HOR, 167: La columna)
- «El toro no es una fiera sino un bello animal herbívoro, más bien torpón; si fuera inteligente, al segundo pase ensartaría al torero.» (El País, 4-05-2014: Espantada)
- «En esencia el arte de torear consiste en convertir en veinte minutos a un bello animal en una albóndiga sangrante ante un público alborozado.» (HOR, 163: Chuleta de miura[2])
- «En España no eres nadie si no apareces amarrado a un habano con el codo en la maroma de Las Ventas contemplando la carne para albóndigas que los picadores y espadas preparan en el ruedo.» (HOR, 109: Alternativa)
- «En todos los pueblos de este país se han sacrificado reses en las fiestas de los santos patronos, y en las capeas polvorientas, llenas de sangre y moscas, se han sucedido los garrotazos, las sogas, el fuego, los empalamientos, las cuchilladas, las burlas y los gritos sobre unos animales puestos a merced de la turba para que esta manifieste eso que los chorras llaman los valores de la raza.» (El País, 20-9-1992: Degradante)
- «Este sangriento jolgorio llamado fiesta nacional tiene un sabor a caldo revenido cuya estética es consustancial al tiempo de las cataplasmas, del permanganato, de los calzones largos de felpa, del orinal bajo la cama o de aquel colchón de borra que los aficionados menesterosos llevaban a la casa de empeños para ver a Lagartijo.» (El País, 15-15-2018: La matanza)
- «Este sería un gran país si, en lugar de exaltar la muerte entre el polvo y los salivazos de la corrida o de elevar el desolladero a escuela de filosofía o de extasiarse ante las posturitas de un carnicero más o menos artista o de confundir el patrioterismo con la bravura, dedicara todo su afán a transformar las célebres divisas de Miura, Pablo Romero o Vitorino sólo en famosos solomillos de la gastronomía nacional.» (HOR, 164: Chuleta de miura)
- «La fiesta de los toros está montada en esencia sobre la tortura pública de un animal, y, por muchos pases pintureros que el diestro pegue vestido de sota de espadas, nunca podrá ocultar la degradación que late bajo la supuesta belleza de una verónica.» (HOR, 166: La sangre)
- «La fiesta nacional está herida de muerte, pero un año más la degollina de la feria de San Isidro va a empezar y los españoles de verdad, los pocos que quedan con el certificado de Aguirre, ocuparán las gradas del matadero mudéjar de Las Ventas para contemplar puyazos, estocadas, vómitos de sangre y descabellos, todo sin IVA. Los españoles de segunda, en medio de las cornadas terribles que da el morlaco de la crisis, haremos lo posible para ir tirando con cierta dignidad.» (El País, 4-05-2014: Espantada)
- «La fiesta de los toros puede ser considerada cultura si el canibalismo también se toma por gastronomía, aunque meter al prójimo en una perola, cocerlo a fuego lento y zampárselo a continuación es una ceremonia más antigua, excitante y filosófica que cebar una res con piensos compuestos en una factoría, encerrarla impunemente en un ruedo y degradar al público con el espectáculo de su tedioso sacrificio dentro de un manierismo de sangre.» (El País, 15-05-1984: La corrida)
- «La fiesta nacional tiene mucho color: el rojo de la sangre es el más auténtico.» (HOR, 168: La columna)
- «La gloria torera aproximadamente es esto: tener media femoral de plástico y algunas fincas rústicas en el registro, un bufón en nómina que te haga reír a cambio de una rodaja de mortadela, un cura de pueblo que te pida dinero por carta para restaurar el techo de su parroquia, un músico que te fabrique un pasodoble cargado de bombo, un tabernero que al conocerte por la cara te invite a una ración de percebes, una nube de gorrones que te pase la mano por el lomo en el bar del hotel Wellington, un pesado que te recuerde constantemente con voz asmática aquella verónica que diste en la plaza de Calahorra.» (“Los mejores relatos”, 213: Estofado de toro)
- «Miles de toros van a ser torturados públicamente hasta el degüello final, pero lejos de la plaza donde se celebra semejante miseria la corrida impregna la vida nacional desde hace siglos. Tauromaquia es todo lo pinturero, patriótico y grasiento que palpita bajo el rabo de Alá sin desollar: el ajo como cultura, la sequía como mística, el garrote vil como sacramento y el descabello como desplante.» (El País, 14-5-1989: Tauromaquia)
- «Por mucho que se enmascare con un esteticismo hortera o con un flato poético, una corrida de toros en directo o en diferido es el espectáculo basura por excelencia, aunque lo presida el Rey de España y le guste a algún chino.» (HOR, 168: La columna)
- «Si alguien concibe que una carnicería semejante puede servir de soporte a un arte, ya está preparado para admitir que la verdad puede ser extraída mediante la tortura en el sótano de una comisaría; si se admite que la belleza puede surgir de la sangre derramada, aunque ésta se inflija a un animal, es que uno ya tiene justificado en el corazón todo tipo de violencia.» (HOR, 165: Sangre)
- «Ya se ha echado encima el calor y con él comienza de nuevo a florecer la cultura del desolladero, la sangre, los cuernos, los puyazos, las cuchilladas, los vómitos, los aplausos. [...] En el palacio de falso mudéjar de Las Ventas empiezan las corridas de San Isidro.» (HOR, 159: Tabú])