“Si las matemáticas y la ciencia tomaran el lugar de la religión y la superstición en la escuela y en los medios, el mundo se convertiría en un lugar sensato y la vida sería más digna de ser vivida. Que cada uno aporte por lo tanto su contribución, grande o pequeña, de modo que suceda esto, para mayor gloria del Espíritu humano”.
Un grupo de profesionales, todos triunfadores en sus respectivas carreras, se juntó para visitar a su antiguo profesor.
Pronto la reunión se enfoco acerca del interminable estrés que les producía el trabajo y la vida en general.
El profesor les ofreció café, fue a la cocina y pronto regresó con una cafetera grande y una selección de tazas de lo más selecta: de porcelana, plástico, vidrio, cristal…, unas sencillas y baratas, otras decoradas, unas caras y otras realmente exquisitas.
Tranquilamente les dijo que escogieran una taza y se sirvieran un poco del café recién preparado.
Cuando lo hicieron, el viejo maestro se aclaró la garganta y con mucha calma y paciencia se dirigió al grupo:
-Se habrán dado cuenta de que todas las tazas que lucían bonitas, se terminaron primero y quedaron pocas de las más sencillas y baratas; lo que es natural, ya que cada quien prefiere lo mejor para sí mismo, ésa es realmente la causa de muchos de sus problemas relativos al “Stress”.
Continuó:
-Les aseguro que la taza no le añadió calidad al café, en verdad la taza solamente disfraza o reviste lo que bebemos.
Lo que ustedes querían era el café, no la taza, pero instintivamente buscaron las mejores, después se pusieron a mirar las tazas de los demás.
Ahora piensen en esto: La vida es el café, los trabajos, el dinero, la posición social, etc. son sólo tazas que le dan forma y soporte a la vida, y el tipo de taza que tengamos no define ni cambia realmente la calidad de vida que llevemos.
A menudo, por concentrarnos sólo en la taza dejamos de disfrutar el café.
Anónimo
“Dosflores era un turista, el primero del Mundodisco. Según decidió Rincewind, turista significaba «imbécil».”
Terry Pratchett, The Color of Magic.
Un día hablaba el Conde Lucanor con su consejero Patronio y le contaba lo siguiente:
-Patronio, gracias a Dios yo tengo mis tierras bien cultivadas y pacificadas, así como todo lo que preciso según mi estado y, por suerte, quizás más, según dicen mis iguales y vecinos, algunos de los cuales me aconsejan que inicie una empresa de cierto riesgo. Pero aunque yo siento grandes deseos de hacerlo, por la confianza que tengo en vos no la he querido comenzar hasta hablaros, para que me aconsejéis lo que deba hacer en este asunto.
-Señor Conde Lucanor -dijo Patronio-, para que hagáis lo más conveniente, me gustaría mucho contaros lo que le sucedió a un genovés.
El conde le pidió que así lo hiciera.
Patronio comenzó:
-Señor Conde Lucanor, había un genovés muy rico y muy afortunado, en opinión de sus vecinos. Este genovés enfermó gravemente y, notando que se moría, reunió a parientes y amigos y, cuando estos llegaron, mandó llamar a su mujer y a sus hijos; se sentó en una sala muy hermosa desde donde se veía el mar y la costa; hizo traer sus joyas y riquezas y, cuando las tuvo cerca, comenzó a hablar en broma con su alma:
»-Alma, bien veo que quieres abandonarme y no sé por qué, pues si buscas mujer e hijos, aquí tienes unos tan maravillosos que podrás sentirte satisfecha; si buscas parientes y amigos, también aquí tienes muchos y muy distinguidos; si buscas plata, oro, piedras preciosas, joyas, tapices, mercancías para traficar, aquí tienes tal cantidad que nunca ambicionarás más; si quieres naves y galeras que te produzcan riqueza y aumenten tu honra, ahí están, en el puerto que se ve desde esta sala; si buscas tierras y huertas fértiles, que también sean frescas y deleitosas, están bajo estas ventanas; si quieres caballos y mulas, y aves y perros para la caza y para tu diversión, y hasta juglares para que te acompañen y distraigan; si buscas casa suntuosa, bien equipada con camas y estrados y cuantas cosas son necesarias, de todo esto no te falta nada. Y pues no te das por satisfecha con tantos bienes ni quieres gozar de ellos, es evidente que no los deseas. Si prefieres ir en busca de lo desconocido, vete con la ira de Dios, que será muy necio quien se aflija por el mal que te venga.
»Y vos, señor Conde Lucanor, pues gracias a Dios estáis en paz, con bien y con honra, pienso que no será de buen juicio arriesgar todo lo que ahora poseéis para iniciar la empresa que os aconsejan, pues quizás esos consejeros os lo dicen porque saben que, una vez metido en ese asunto, por fuerza habréis de hacer lo que ellos quieran y seguir su voluntad, mientras que ahora que estáis en paz, siguen ellos la vuestra. Y quizás piensan que de este modo podrán medrar ellos, lo que no conseguirían mientras vos viváis en paz, y os sucedería lo que al genovés con su alma; por eso prefiero aconsejaros que, mientras podáis vivir con tranquilidad y sosiego, sin que os falte nada, no os metáis en una empresa donde tengáis que arriesgarlo todo.
Al conde le agradó mucho este consejo que le dio Patronio, obró según él y obtuvo muy buenos resultados.
Y cuando don Juan oyó este cuento, lo consideró bueno, pero no quiso hacer otra vez versos, sino que lo terminó con este refrán muy extendido entre las viejas de Castilla:
El que esté bien sentado, no se levante.
“En España el mérito no se premia. Se premia el robar y el ser sinvergüenza. En España se premia todo lo malo.”
Ramón María del Valle-Inclán, Luces de bohemia.
Cristian casi no vio a la señora, en el auto parado al costado de la carretera. Llovía fuerte y era de noche. Pero se dio cuenta de que ella necesitaba ayuda…
Así que paró su auto y se acercó.
El auto de la señora olía a tinta, de tan nuevo. La señora pensó que pudiera ser un asaltante. El no inspiraba confianza, parecía pobre y hambriento.
Cristian percibió que ella tenía mucho miedo y le dijo:
-Estoy aquí para ayudarla madame, no se preocupe. ¿Por qué no espera en el auto que está más calentito? A propósito, mi nombre es Cristian.
Bueno, lo que pasaba es que ella tenía una llanta pinchada y para colmo era una señora de edad avanzada, algo bastante incómodo.
Cristian se agachó, colocó el gato mecánico y levantó el auto. Luego ya estaba cambiando la llanta. Pero quedo un poco sucio y con una herida en una de las manos.
Cuando apretaba las tuercas de la rueda ella abrió la ventana y comenzó a conversar con él. Le contó que no era del lugar, que solo estaba de paso por allí y que no sabía cómo agradecer por la preciosa ayuda. Cristian apenas sonrió mientras se levantaba.
Ella preguntó cuánto le debía. Ya había imaginado todas las cosas terribles que podrían haber pasado si Cristian no hubiese parado para socorrerla.
Cristian no pensaba en dinero, le gustaba ayudar a las personas.
Este era su modo de vivir. Y respondió:
-Si realmente quisiera pagarme, la próxima vez que encontrase a alguien que precise de ayuda, dele a esa persona la ayuda que ella precise y acuérdese de mí.
Algunos kilómetros después la señora se detuvo en un pequeño restaurante, la camarera vino hasta ella y le trajo una toalla limpia para que secase su mojado cabello y le dirigió una dulce sonrisa.
La señora notó que la camarera estaba con casi ocho meses de embarazo, pero la misma no dejó que la tensión y los dolores le cambiaran su actitud.
La señora quedó curiosa en saber cómo alguien que teniendo tan poco, podía tratar tan bien a un extraño. Entonces se acordó de Cristian. Después que terminó su comida, y mientras la camarera buscaba cambio, la señora se retiró.
Cuando la camarera volvió quiso saber dónde podía haber ido la señora, cuando vio algo escrito en la servilleta, sobre la cual tenía 5 billetes de 100 euros.
Le cayeron las lágrimas de sus ojos cuando leyó lo que la señora escribió. Decía:
"Tú no me debes nada, yo tengo bastante. Alguien me ayudó hoy y de la misma forma te estoy ayudando. Si tú realmente quisieras reembolsarme este dinero, no dejes que este círculo de amor termine contigo, ayuda a alguien."
Aquella noche, cuando fue a casa, cansada, se acostó en la cama; su marido ya estaba durmiendo y ella quedó pensando en el dinero y en lo que la señora dejó escrito.
¿Cómo puede esa señora saber cuánto ella y su marido, precisaban de aquel dinero? Con él bebé que estaba por nacer el próximo mes, todo estaba difícil.
Quedó pensando en la bendición que había recibido, y dio una gran sonrisa.
Agradeció a Dios y se volvió hacia su preocupado marido que dormía a su lado, le dio un beso suave y susurró:
-Todo estará bien; te amo… Cristian!
Adaptación de un cuento tradicional oriental.
Era en el norte de la India, allí donde las montañas son tan elevadas que parece como si quisieran acariciar las nubes con sus picos.
En un pueblecillo perdido en la inmensidad del Himalaya se reunieron un asceta, un peregrino y un brahmín.
Comenzaron a comentar cuánto dedicaban a Dios cada uno de ellos de aquellas limosnas que recibían de los fieles.
El asceta dijo:
-Mirad, yo lo que acostumbro a hacer es trazar un círculo en el suelo y lanzar las monedas al aire. Las que caen dentro del círculo me las quedo para mis necesidades y las que caen fuera del círculo se las ofrendo al Divino.
Entonces intervino el peregrino para explicar:
-Sí, también yo hago un círculo en el suelo y procedo de la misma manera, pero, por el contrario, me quedo para mis necesidades con las monedas que caen fuera del círculo y doy al Señor las que caen dentro del mismo.
Por último, habló el brahmín para expresarse de la siguiente forma:
-También yo, queridos compañeros, dibujo un círculo en el suelo y lanzo las monedas al aire. Las que no caen, son para Dios y las que caen las guardo para mis necesidades.
“El Maestro dice: Así proceden muchas personas que se dicen religiosas. Tienen dos rostros y uno es todavía más falso que el otro.”
Cuento clásico de la India
"Toda religión, incluso la católica (y especialmente la católica, precisamente por sus esfuerzos por permanecer 'superficialmente' unitaria, para no fragmentarse en iglesias nacionales y estratificaciones sociales), es en realidad una multiplicidad de religiones diferentes y a menudo contradictorias: hay un catolicismo de campesinos, un catolicismo de la pequeña burguesía y de obreros urbanos, un catolicismo para las mujeres y un catolicismo para intelectuales, en sí misma diversa e inconexa”.
Antonio Gramsci
“Ninguna fortaleza es tan inexpugnable que no pueda entrar en ella un mulo cargado de oro”.
Alejandro Magno
Un joven que llevaba varios años viajando de ciudad en ciudad, conociendo mundo, descubriendo nuevas culturas... llegó un día a la plaza de un pequeño pueblo en el que observó cómo unas cuantas personas estaban debatiendo sobre lo que hay después de la muerte.
Le picó la curiosidad y decidió quedarse junto a ellos para descubrir las conclusiones del debate.
-Pues sí, tengo la creencia de que la vida después de la muerte debe ser mucho mejor que esta, pues aquí todo es aburrido, en realidad todo es sufrimiento -comentaba un hombre de mediana edad.
-Por supuesto -contestó otro que estaba sentado a su lado-, después de la muerte nos espera otra vida repleta de aventuras, una vida donde podremos realizar todos nuestros sueños.
-Así es -añadió un anciano sentado en un banco-, seguro que en esa otra vida podré conseguir mis objetivos, podré alcanzar todo lo que he soñado en esta vida pero no he llegado a tener.
Y así pasaron varias horas en las que todos los presentes coincidían en que la vida que les esperaba era mucho mejor que la que estaban viviendo.
Cuando ya comenzaba a anochecer, una de las personas más ancianas se dio cuenta de que había allí un joven al que no conocían, un joven que había estado escuchando durante toda la tarde el debate pero que no había pronunciado ni una sola palabra.
-Y tú, muchacho, ¿qué opinas de todo lo que aquí hemos hablado? -le preguntó mientras todos los presentes dirigían sus ojos hacia ese joven que había llegado al pueblo.
-¿Yo? -preguntó confuso el chico.
-Sí, tú, claro...
-Veréis, durante mi corta existencia, pues apenas tengo 25 años, me he dado cuenta de que los que no saben qué hacer con esta vida son precisamente los que más desean que haya otra.
-Sí, es posible, pero qué piensas, ¿hay vida después de la muerte?
-¿Hay vida antes de la muerte? Esa sería la pregunta que os deberíais hacer cada día -contestó el joven mientras se levantaba, cargaba su mochila e iniciaba rumbo a una nueva aventura.
Adaptación de un cuento popular
José iba en su nuevo automóvil, un gran Jaguar, a mucha velocidad.
¿La razón? Llegaría tarde al trabajo si no corría.
Su automóvil Jaguar rojo brillante, era una de sus más preciadas posesiones, cuando súbitamente... ¡Un ladrillo se estrelló en la puerta de atrás!
José frenó el auto y dio reversa hasta el lugar de donde el ladrillo había salido.
Se bajó del automóvil y vio a un niño sentado en el piso. Lo agarró, lo sacudió y le gritó muy enojado:
-¿Qué demonios andas haciendo? ¡Te va a costar muy caro lo que le hiciste a mi auto! ¿Por qué me tiraste el ladrillo?
El niño llorando, le contestó:
-Lo siento, señor, pero no sabía qué hacer, mi hermano se cayó de su silla de ruedas y está lastimado, y no lo puedo levantar yo solo. ¡Nadie quería detenerse a ayudarme!
José sintió un nudo en la garganta, fue a levantar al joven, lo sentó en su silla de ruedas, y lo revisó. Vio que sus raspaduras eran menores, y que no estaba en peligro.
Mientras el pequeño de 7 años empujaba a su hermano en la silla de ruedas hacia su casa, José caminó lentamente a su Jaguar, pensando...
José nunca llevó a reparar el auto, dejó la puerta como estaba para hacerle recordar que no debía ir a través de la vida tan rápido como para que alguien tenga que tirarle un ladrillo para llamar su atención.
Autor desconocido
“Un paraíso del que no se puede salir es un infierno”.
El propósito de un debate es cambiar la naturaleza de la verdad.
Precepto Bene Gesserit
Todo acto de valentía es obra de desequilibrados. Los animales, normales por definición, son siempre cobardes, salvo cuando saben que son mas fuertes, lo cual es la cobardía misma.
Un hombre que se precie no tiene patria. Una patria es un engrudo.
Hay que estar chiflado para lamentarse de la desaparición del hombre, en lugar de entonar un: ¡ya era hora¡
Ya se ha echado encima el calor y con él comienza de nuevo a florecer la cultura del desolladero, la sangre, los cuernos, los puyazos, las cuchilladas, los vómitos, los aplausos. [...] En el palacio de falso mudéjar de Las Ventas empiezan las corridas de San Isidro. (Manuel Vicent: «Tabú».)
“No sé tu nombre,
solo sé la mirada con que lo dices.”
Mario Benedetti, Rincón de haikus
“Al Norte y al Sur, al Este y al Oeste, el hombre serrucha, con delirante entusiasmo, la rama donde está sentado”.
“Nos cansamos de todo menos de convertir a los demás en ridículo y felicitarnos por sus defectos”.
“Resignación, porque los pueblos cuando tienen problemas no son rebeldes. El que tiene que comer todos los días no puede permitirse el lujo de perder por un acto de rebeldía el puesto de trabajo. La rebeldía siempre ha surgido de aquellos que comían todos los días. De aquí la gran culpabilidad de muchos intelectuales españoles, que comiendo todos los días, bien del pesebre o bien de su trabajo, no han sido capaces de decir basta a esta situación de degradación.”
Julio Anguita.
menéame