El latido del corazón te golpea el pecho y por extensión en la cabeza. El sonido que no oyes, pero que tu mente dibuja en la consciencia. Miras el reloj, buscas el segundero, aguantas la respiración hasta que abrace un cuarto, empiezas a contar: uno, dos, tres, cuatro... , veinticuatro; apartas la mirada del reloj, calculas y un miedo irracional se apodera de ti, noventa y seis. Miércoles o jueves, o cualquier otro día de la semana, la liturgia se repite como cada mañana. Siempre las mismas acciones, nada cambia, todo trascurre con su …