Zygmunt Bauman analiza cómo la economía y el mercado transformaron los bienes culturales en objetos de compra y venta. La cultura de la modernidad líquida ya no tiene un “populacho” que ilustrar y ennoblecer, sino clientes que seducir. En contraste con la ilustración y el ennoblecimiento, la seducción no es una tarea única, que se lleva a cabo de una vez y para siempre, sino una actividad que se prolonga de forma indefinida.
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