La cita es literal. Al ocupar el apartamento que había alquilado para ese mes de agosto en Cádiz me encontré con un problema de albañilería. La propiedad me envió a un chaval que apenas rozaría los 18 años, pelo rapado, cadenota de oro y mucho, mucho desparpajo. Se me ocurrió preguntarle por su formación y fue como abrir la espita a un geiser. “Aquí no estudia ni dios, quillo.
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