Que los clientes adoren tanto un producto y se nieguen a dejar de usarlo sería, a simple vista, una noticia excelente para toda marca. Pero en algunas ocasiones este idilio desenfrenado es un auténtico infierno para los padres de este producto, que ven cómo una parcela considerable de usuarios se niegan a sacar sus carteras para pagar por lo nuevo y se enrocan cabezonamente en un producto que no reporta ya un sólo céntimo a las arcas de la compañía.
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