Un tipo manda un mensaje a su propio móvil desde otro y, antes de que llegue, lo modifica con el ordenador. Cambia el emisor y el número de teléfono. Ahora parece que lo ha enviado otra persona. La que él elija. Y no hay forma de demostrar que se trata de un mensaje falso. Imagínate la de trastadas que pueden hacerse con no muy buenas intenciones…
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