Con una reforma ideológica que ha herido la sensibilidad de los catalanes y satisfecho a los obispos, casi nadie se acuerda de que en 2013 habrá 6300 millones de euros menos para educación que en 2010 ni de una reforma educativa que cambia la arquitectura del sistema, los contenidos curriculares y marea otra vez a directores de centros, profesores, padres y alumnos.
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