Voy a por los niños

Cómo cada día Luis va a recoger a sus hijos al colegio en coche, siempre hace el mismo ritual antes de salir de su casa, lo lleva haciendo años. Sus hijos ya son mayores pero le gusta ir al instituto a recogerlos.

Cada día a las 13:30 apaga su ordenador de trabajo en la oficina de su casa y pone fin a su jornada de trabajo cómo teleasistente para personas de edad avanzada. Se quita la ropa del trabajo, suele llevar puesto una camisa a cuadros y un pantalón de vestir lo menos formal posible para estar cómodo mientras trabaja y unas pantuflas de estar por casa, ya que nadie le ve por debajo de la cintura. 

Una vez liberado de sus prendas de trabajo se viste para poder disfrutar de la tarde e ir a buscar a sus hijos, suele ponerse un pantalón de chándal de unos 10 años que nunca ha sido utilizado para hacer deporte, una camiseta publicitaria de alguna empresa de la zona en la que reside cómo Hermanos Martinez S.L o Forjados Gutierrez. En los pies se calza unos deportivos cómodos con los que poder conducir e ir de paseo por la tarde a un parque cercano con su mujer.

Una vez vestido para ir al instituto coge todos los enseres necesarios para tan arduo viaje. Cartera, móvil, pañuelos de papel, protector labial, gafas de sol, llaves del coche, algunos dulces para los chicos. Antes de salir se despide de su esposa con la misma frase cada día, “Voy a por los niños”. 

Una vez en el coche deja todos los objetos repartidos por los diferentes cajones del coche, cada uno en su sitio, siempre en el mismo sitio para tenerlo todo controlado. A veces se le olvida alguna cosa cómo los pañuelos o los dulces, pero no suele ser un gran problema, en menos de 20 minutos estará de vuelta en casa con toda la familia.

El camino a la escuela es de lo más anodino, sólo hay asfalto, señales de tráfico y algún transeúnte por las calles peatonales, no hay nada que lo pueda distraer de su objetivo. El sol le da de cara a mitad del recorrido, en ese momento busca sus gafas de sol, no las encuentra. El sol le sigue dando en los ojos y no ve nada, baja la visera pero se da cuenta de que está rota. Entrecierra los ojos pensando que será solo un rato. Solo ha pasado un rato, lo suficiente para no ver una señal de STOP y sufrir un accidente mortal.

Mientras tanto, sus hijos esperan en el instituto. Pasan los minutos y entienden que su padre no va a recogerlos, es hora de crecer y madurar. Volverán a casa ellos solos.