No he vivido por encima de mis posibilidades. Sin embargo, en la cucharada de ricino va implícita que todos debemos pagar los platos rotos por habernos agenciado un piso, comprado un coche y reservado un viaje a Bora Bora. Lo proclaman a la derecha y a la —es un decir— izquierda, como si no existiese más realidad que la de los nuevos ricos y los flamantes ilusos, hipotecados hasta el tuétano y sin pasta para comprarse el disfraz de ninja de Leopoldo Abadía: no job, no income, no assets.
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