Desciendes lentamente los resbaladizos escalones que se adentran en lo profundo de la tierra. La antorcha que fuertemente sujetas con tu mano izquierda crea decenas de destellos en la espada que tu mano derecha sostiene hábilmente. Drag’nagul, la Sesgadora. Aún resuenan en tu cabeza los gritos de agonía del malvado nigromante cuando se la arrebataste de su cuerpo casi sin vida.
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