Vivimos en una sociedad que valora de una forma extraña la experiencia. Cuando tienes veintipocos años y estás buscando tu primer empleo, la falta de experiencia te cierra muchas puertas, pero cuando tienes cincuenta y tantos, la experiencia acumulada no se convierte en una ventaja, o al menos no lo suficiente como para compensar una edad que muchos consideran un obstáculo insalvable a la hora de contratarte. En el mundo del desarrollo de software la situación es parecida.
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