Cuando acabó el partido, que no recuerdo si ganamos o perdimos, allí seguía el viejo junto a la zarza, acariciándola y hablando con ella. En aquella época no podía haber moras todavía, así que nos acercamos a ver lo que estaba haciendo, y entonces fue cuando de veras me convencí de que tenía que estar loco, porque aunque era él quien se pinchaba las manos, no hacía más que cubrir la zarza de vendas y tiritas.
|
etiquetas: zarzas , tiritas