Quienes denuncian escándalos de corrupción suelen pagar un precio muy alto. Amenazas. Vidas que quedan en suspenso durante años. Estrés, ansiedad. Matrimonios felices que se rompen. Soledad, depresión. Biografías que quedan expuestas a la opinión pública, amigos que se alejan para siempre, puestos de trabajo que se pierden. El coste, personal y económico, es tan elevado que disuade a la mayoría y pone a prueba a los valientes.
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