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La vida no sólo contemplativa de la universidad

He seguido el caso de las jovenas que hace cinco años entraron en la capilla de su universidad perturbando a los feligreses con alguna alharaca a través del juicio que se ha hecho en los comentarios de varías noticias, porque en este foro reside la sabiduría de los cuñados más avanzados de la hispanoesfera, mientras que el juicio resuelto por los funcionarios del Estado se encontraba en origen desvirtuado a causa de una ley que se ha escrito para proteger de la libre opinión a determinadas doctrinas. Aquí hemos juzgado el asunto de una forma más prolija mediante discusiones que nos han llevado a la reflexión y de ahí a nuevos debates, con una amplitud de miras que no se pueden permitir abogados y jueces porque sus planteamientos deben discurrir bajo una ley que pertenece más a un estado de cosas anterior a nuestro régimen. Hemos juzgado la situación desde la superior altura que nos da el ser foreros que utilizan sus cerebros mediante abundante información y mayor libertad para exponer ideas y reflexionar desde la justicia y no tanto bajo el peso de las leyes. Por eso los cuñados del foro se han mostrado en general magnánimos con aquellas jóvenes y también proclives a la absolución de las acusadas. De ellos he extraído las ideas que apoyan esta actitud tolerante hacia las protestas universitarias. Y que se basan principalmente en la naturaleza del lugar donde ocurrieron los hechos tanto como en el rol que tenían las personas que los llevaron a cabo.

El lugar era una universidad, y la capilla en la que entraron las chicas no es un sitio tan ajeno a la universidad como pensaban ellas o pudiéramos pensar los foreros modernos. Porque las mismas ideas que dieron forma a las capillas también crearon las universidades. Ambos lugares comparten la necesidad de la existencia de la verdad. La universidad ha heredado de los idelógos de las capillas su espíritu dogmático e inquisitorial ya que para transmitir correctamente la verdad más verdadera también es necesario perseguir y desmontar la falsa verdad. Esto en la universidad se desarrolla mediante el dialogo que aporta razones y pruebas en los debates, pero nunca se han excluido las formas más o menos contestatarias que ya tuvieron los padres de la Iglesia (los apologistas) cuando además de exponer sus razones sobre la verdad del cristianismo ridiculizaban y se burlaban de la falsa filosofía o de la antigua religión romana. Porque somos seres pasionales ("somos sentimientos" como dijo un insigne dignatario), y si no le pusiéramos pasión a lo que emprendemos no llegaríamos lejos. En la naturaleza de la universidad deberíamos encontrar el escepticismo y la irreverencia que nace del dogmatismo, es decir de estar convencidos de que tenemos la verdad o por lo menos una verdad mejor que otras y de que podemos demostrar mediante el dialogo y el ingenio que nuestras ideas son verdaderas o mejores y las de los demás erróneas o inconvenientes.

Lo que nos lleva al rol que tenían las chicas, y es que eran universitarias y el oficio del universitario además de estudiar es estar todo el día dando la lata y cuestionando con sus razones, basadas en sus verdades, la expresión de las creencias del resto de personas. Desde siempre los universitarios han interrumpido conferencias de gente que amaba sus ideas mediante pancartas y gritos o han subido coches encima de los tejados movidos por buenas razones, bien es cierto que dentro de un orden y unos tiempos, pero eso siempre ha sido así en todas las universidades del mundo porque el espíritu de la universidad es, como digo, dogmático e inquisitorial y no hace falta explicar que pasaría si convertimos la universidad en un lugar apacible, pacificado, gueterizado, lleno de "espacios seguros" y sólo dedicado a "llenar cerebros"... (si hace falta explicarlo vamos a necesitar otro escombrillo). Un lugar de culto en ese crisol de intensas colisiones ideológicas tiene sentido si sus usuarios además de disfrutar de la vida contemplativa son capaces de volver a la actividad evangélica y contestataria de la gente que propicio la fundación de las universidades, no sólo de los primeros y más vehementes apologistas cristianos también del fundador del cristianismo que estuvo a la altura de los agitadores universitarios más radicales y hasta los sobrepasó con creces si damos crédito a sus encontronazos con los mercaderes, el clero de su época y una higuera de sólidas tradiciones.