A finales del siglo III a.C., un artista desconocido esculpió una de las figuras más espectaculares de la Historia del Arte: la Victoria alada de Samotracia. Durante milenios nadie tuvo noticia de su existencia, hasta que, en 1863, una exploración francesa halló sus restos esparcidos entre las ruinas del santuario de la pequeña isla del mar Egeo en la que fue depositada como ofrenda.
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