La idea, desarrollada por un grupo de investigadores de la Escuela Técnica Superior de Ingenieros Aeronáuticos de la Universidad Politécnica de Madrid (UPM), consiste en dotar a las ventanas de una cámara de un centímetro de grosor con agua circulando en su interior. Según el investigador Miguel Hermans, el agua absorbe los rayos infrarrojos de modo que si alguien se sitúa detrás de la ventana "ve la luz del sol pero no percibe el calor".
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