Fue entregada a un matrimonio de Alcoi que quería una sirvienta, más que una hija. Le cambiaron de identidad y de vida, pero ella nunca olvidó. ¡Con el dinero que me has costado! ¡Podría haber comprado una piara de cerdos!. Liberia Hernández escuchó durante muchos años este reproche de su madre adoptiva. Con el tiempo, cuando le pregunté por qué me habían adoptado para tratarme tan mal, me confesó que le habían pedido a su sobrina, sor María Soler, que les buscara a alguien para que les cuidara el día de mañana, cuando fueran mayores....
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