A Lucía no le han dejado subir al autobús. Tiene sólo 10 años, vive con una grave discapacidad del 83%, no puede hablar y está postrada en una silla de ruedas porque tampoco sabe caminar. Sufre lo que se llama el síndrome del maullido de gato, una enfermedad rara que sólo afecta a una persona de cada 20.000 y que hace la vida muy complicada para ella y su familia.
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