Las empresas encuestadoras deben tener en cuenta (y tratar de medir) las emociones que influyen en las personas que participan en sondeos de opinión. Los profesionales de las encuestas lo explican por ciertas características intrínsecas al ser humano, algunas de ellas muy comprensibles. La vanidad, el miedo o la simpatía pueden alterar los resultados. Relacionada:
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