Allá por mis 20 años, estaba muy ilusionado con las reformas que Chavez estaba implantando en Venezuela para reducir la pobreza y alfabetizar a la población. Sus cifras me encantaban, pero a él personalmente no podía aguantarlo. Sentía vergüenza ajena cada vez que salía disfrazado de mexicano tocando una ranchera, o llevaba a una niña a una rueda de prensa para que le interrumpiera convenientemente y él le aplaudiese haciendo de padrecito bueno, o hablase de guerras con Colombia que todo el mundo sabía que jamás sucederían, o gritase, gesticulase y se diese golpes de pecho diciendo que moriría por la patria...además, esos grotescos espectáculos solían multiplicarse cuando tenía algún problema político porque se le acusase de haber colocado a toda su familia en altos cargos, de malos datos económicos, de escándalos de corrupción...
Odio el populismo. A diferencia de lo que muchos creen, el populismo no es proponer reformas valientes que acaben con los problemas endémicos del país. El populismo no es coger el toro por los cuernos y atreverse a lo que ningún político paniaguado se ha atrevido. El populismo es tomar al votante por idiota, y pretender ganarse su confianza con teatro barato, haciéndole creer con llantos estridentes, golpes de pecho y grandilocuentes apelaciones a la bandera, la patria, la raza, el fútbol o la virgen de donde sea, que eres uno de los suyos y puede confiar en ti. Como si todas esas tretas de mal actor fuesen a mejorar en algo su vida.
En las cosas de comer es donde vemos reflejada la verdadera cara de cada cual. Yo puedo adorar a mi hermano y tener unos gustos, sensibilidades e ideas radicalmente distintos. Y precisamente porque le adoro, haré lo que haga falta por su bienestar. Son esas acciones concretas frente a sus problemas y necesidades específicos los que permitirán evaluar hasta qué punto le quiero y hasta dónde puede confiar en mí, aunque en nuestro tiempo libre él vaya a los toros y yo al teatro, lo cual no tendrá impacto alguno en nuestro nivel de afecto y confianza mutua. Y precisamente porque le respeto, nunca le doraré la píldora artificialmente ni intentaré camelarle con lágrimas de cocodrilo o abrazos de oso.
Por el contrario, si un estafador quiere engañarnos a mi hermano o a mí para que invirtamos en un negocio fantasma, lo primero que hará será dorarnos la píldora, enterarse de nuestras aficiones y fingir que las comparte, deshacerse en halagos y muestras de afecto...hasta que tenga nuestro dinero, momento en el que pasará olímpicamente de nosotros. Y cuando se le acabe, volverá a intentar engañarnos y reactivará su mascarada para lograrlo.
¿Por qué digo esto? Por esto:
Como todos sabréis, la imagen es real salvo por el halo de santa con forma de pizza. Pertenece al grotesco reportaje (pretendidamente blanqueador, aunque hay que ser torpe para hacerlo así) de El Mundo, donde Díaz Ayuso se presenta como mártir de la heroica Madrid, que resiste al coronavirus pese a los constantes ataques de las hordas rojas, que con su diabólica gestión lo espolean contra los inocentes madrileños.
Esta señora ha forzado la dimisión de la Directora de Sanidad (nombrada por ella, así que nada sospechosa de ser roja) porque se atrevió a decirle que era un suicidio pasar a la Fase 1 de desescalada. Esta señora ha reconocido que antepuso "criterios económicos" a la salud de los madrileños, desoyendo el unánime criterio médico que desaconsejaba la apertura de la ciudad, y todo porque la patronal a la que obedece ciegamente se lo ordenó.
Esta señora ha impuesto durante más de un mes menús (pagados a grandes empresas de comida basura) nefastos para la salud a los niños madrileños más vulnerables, pese a que se le ofreció desde un primer momento que la Escuela de Hostelería de Madrid cocinase menús saludables. Esta señora ha sido cómplice del hundimiento de la sanidad madrileña, que tras años de recortes ha sido incapaz de hacer frente a la pandemia dando a todo el mundo el tratamiento que necesitaba.
Esta señora ha avalado un modelo de gestión de las residencias sanitarias donde la privatización y el criterio de adjudicar la residencia al que ofreciese gestionarla por menos dinero (aunque la cifra fuese tan ridícula que evidenciase que era imposible asumir el coste elemental de un buen cuidado) han condenado a los ancianos a no recibir una atención acorde con su dignidad y las ha convertido en focos descontrolados de coronavirus. Esta señora ha intentado despedir a miles de sanitarios que se partieron la cara por los enfermos en los peores días, y que aún son necesarios (menos mal que la presión social le obligó a rectificar).
Obras son amores. Por sus obras debe juzgársele. Y también por carecer del sentido del ridículo más elemental y prestarse a convertirse en patética caricatura de Virgen de la Dolorosa. El populismo siempre es hediondo. Cuando su protagonista tiene cierta inteligencia y clase (como Evita Perón), produce rechazo pero al menos es visualmente atractivo. Cuando su protagonista es una indigente intelectual asesorada por un borracho sin escrúpulos, directamente da grima.