En 2007, Francisco Guerrero, sin estudios y «totalmente ignorante en cuestiones financieras», invirtió 6,5 millones de euros en el Banco Santander en lo que creyó que eran depósitos a plazo fijo sin riesgo pero en lugar de eso contrató productos tóxicos de alto riesgo, que no solo le hicieron perder todo lo invertido, sino que le generaron deudas.
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