La historia era así. El gobierno de la Generalitat Valenciana pensaba un proyecto, generalmente populista, y buscaba la financiación de las grandes cajas de ahorro valencianas y la gestión, e implicación, de alguna empresa afín. Si el negocio funcionaba, rara vez, todo iba sobre ruedas, pero si era una ruina el gobierno autonómico se hacía responsable, como avalista, de las pérdidas.
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