El Príncipe heredará muchos títulos, pero no la legitimidad democrática (ahora cada vez más en entredicho) que su padre se ganó con aquel célebre discurso. Felipe de Borbón debería responder a ese golpe de Estado que vivimos a cámara lenta (pero inexorable) con un discurso (quizá también dosificado, a cámara lenta) que hable directamente a los jóvenes. Y no por la vía del lamento o la interpelación, sino haciendo suyos el discurso y las inquietudes de los jóvenes. El Príncipe debería estar provocando urticaria entre los poderes fácticos...
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