Esta cueva confirma que las teorías de Maria Gimbutas sobre la existencia de una Gran Diosa Madre neolítica no estaban muy descaminadas. Que la matriz de la Madre-Tierra era una fuente de poder, de renovación cíclica. Y que los cultos de fertilidad y las ceremonias de iniciación sexual se llevaban a cabo en estos sitios especiales, en lugares agrestes, en los que hombres y mujeres llevaban a cabo cada primavera los ritos de renovación de la vida, protegidos y auspiciados por la Gran Diosa Madre.
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