«No hay día que me levante sin dolor». Son palabras de Mónica —un nombre ficticio, ya que esta persona prefiere guardar el anonimato—, una mujer de 40 años que desde los 25 sufre de endometriosis y desde hace 10, de fibromialgia. Es una de las mil vascas que se verán beneficiadas por la legalización del uso del cannabis, una sustancia que, asegura, le ha ayudado a «tener controladas» las dos enfermedades.
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