En la Universidad Cornell llevan tiempo trabajando con un brazo-robot bastante peculiar que era capaz de agarrar objetos y moverlos y que ahora ha evolucionado hasta convertirse en un sistema capaz de aprender de su propia experiencia y evaluar cuál es el punto más adecuado para el agarre. El brazo termina en una semiesfera plástica que está rellena de un material granular sobre el cual se aplican distintos tipos de presiones para adaptar su forma a la del objeto y, además, aplicar la fuerza de agarre.
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