La última guía de neolengua la ha publicado el Ayuntamiento de Barcelona y la he leído con tesón. Es divertida como sólo el BOE puede llegar a serlo. Un compendio neurótico de palabras supuestamente ofensivas donde lo único que se veta es la naturalidad. Hay una paradoja en todas estas guías: queriendo infundir respeto para “todxs” se convierten en una ofensa contra el común de los hablantes. Vienen siempre redactadas con esa actitud pasivo-agresiva tan arraigada en los movimientos de estudiantes de Harvard en defensa del niño pobre.
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