Los inmigrantes podrían dividirse en dos: Los que extrañan, y los que extrañan y dicen que no extrañan. Es así. No tendría por qué ser distinto, si nuestras cabezas están llenas de recuerdos involuntarios. Esa es la gracia, el costo, el peaje, la sanación y la condena del que emigró: dejar todo en el recuerdo, vivir siempre con el recuerdo.
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