Está tan mal la cosa del empleo que la gente no consigue trabajo ni en la muerte. En la localidad castellonense de Calig, con una alta tasa de paro, se ha convocado una plaza para ser el enterrador del pueblo y ninguno de los vecinos que se presentaron ha conseguido el puesto. Es para morirse. Tal y como están las cosas, es la única manera de obtener una plaza segura en el cementerio. Nadie aprobó el examen teórico. La alcaldesa no se lo explica.
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