Ya empezó el ajetreo. Olvídense. En La Habana de fin de año usted no observa a ningún Santa Claus, gordo y barbudo, vestido de rojo brillante. Tampoco abundan los bellos e iluminados árboles de Navidad. La capital cubana está partida en dos. En los hoteles, restaurantes, centros nocturnos y lugares exclusivos en moneda dura se respiran aires navideños.
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