La elección de Tokio no puede explicarse solo por el éxito de las actividades desplegadas por la ciudad para promover su candidatura. Hay que considerar también la otra cara del asunto, es decir, el fracaso de las estrategias o tácticas seguidas por las otras dos ciudades. Por resumirlo en una simple frase, diríase que, aunque resulte un tanto irónico, la estrategia de Tokio no ha consistido en otra cosa que en esforzarse por superar los aspectos que se consideraban puntos débiles de su candidatura.
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