Esta es la historia de un pequeño pueblo de Guadalajara, Trijueque, que un día se puso como objetivo potenciar el turismo de la localidad. Para ello, era necesario “adecentar” las calles, las fuentes, los caminos… El problema era que no había dinero para hacerlo, por lo que lo primero que se pasó por la cabeza de los concejales y del propio alcalde fue pedir ayuda para que los vecinos lo hicieran de forma voluntaria. Sin embargo decidieron que lo mejor sería cambiar trabajo por comida.
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