En el Hospital Policlínico de los afiliados a la “obra social” o seguro médico del sector bancario argentino, a los pacientes que recibían quimioterapia no se les caía el pelo. La mayoría pensaba que eran afortunados porque su organismo tenía mayor fortaleza de la esperada o bien porque la quimio debía ser de última generación y ya no causaba esos efectos secundarios. Hace unos días, los que todavía están vivos, no podían creer la noticia. El tratamiento recibido era un fraude. Por eso conservaban su cabello.
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