Layla sufría la enfermedad de forma agresiva, lo que dificultó todavía más que el tratamiento consiguiera un resultado positivo. Un día después del diagnóstico la pequeña comenzó el tratamiento de quimioterapia. Más tarde recibió un trasplante de médula osea para reemplazar sus células dañadas en la sangre, tuvo que recibir alguna sesión más de quimioterapia, pero siete semanas después los médicos encontraron el peor de los presagios. El tratamiento no estaba dando resultado y Layla todavía tenía células dañadas por la enfermedad en su sangre.
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